Lejos de sustituirse unos a otros, los medios tienden a complementarse. Los soportes cambian, evolucionan, pero los medios y los canales permanecen, adaptándose a ellos.
Así ha sido a lo largo de la historia. La llegada de la radio no acabó con el cine, de la misma manera que la televisión no logró sustituir a la radio. Tampoco Internet supuso la extinción de la pequeña pantalla.
Algo parecido sucede con los canales online. Inmersos en la vorágine de las redes sociales, mucho pensaban que herramientas como los blogs o los boletines, que nacieron prácticamente al mismo tiempo que la Red, tenían los días contados.
Nada más lejos de la realidad. Ni los blogs han perdido un ápice de su influencia ni los boletines han dejado de interesar a sus suscriptores. En el caso de los primeros, el papel complementario de las redes sociales, que les sirven de altavoz, está detrás del momento de esplendor que viven actualmente.
Sin embargo, el caso de los boletines no es tan claro. Se podría pensar que la función difusora de Facebook, Twitter, Linkedin y el resto de plataformas puede solaparse con la del clásico newsletter, que por otra parte tiene la gran desventaja de no ofrecer la interactividad de las redes sociales. Pese a esto, los datos demuestran que funcionan.
Entonces, ¿cómo se explica que los boletines sigan constituyendo un canal de comunicación de primer orden entre las organizaciones y sus públicos? Una de las claves de la supervivencia del boletín está, precisamente, en ser un canal ‘tradicional’.
Los newsletter se distribuyen, desde su nacimiento, a través del correo electrónico. Esto supone una ventaja fundamental con respecto a otros canales, ya que permite que la información llegue a usuarios que todavía no han dado ese salto -en muchos casos abismal- hacia el 2.0. Todos tenemos al menos una cuenta de email, pero todavía no todo el mundo cuenta con perfil en redes sociales, y mucho menos con un perfil activo.
El correo electrónico fue la primera herramienta que se utilizó masivamente y sigue estando considerada por los usuarios como su lugar predilecto en la Red, sobre el que tiene un mayor conocimiento y control. En este entorno de seguridad el internauta consulta la información de una forma más abierta y confiada.
Por otra parte, el newsletter es el canal de más fácil acceso a la información. El usuario no necesita crear ningún perfil ni entrar en ninguna plataforma, más allá de su propio buzón de correo, para recibir los contenidos. Simplemente debe suscribirse y esperar sus píldoras periódicas de contenidos.
También tiene las limitaciones técnicas propias de estar tan ligado al email, limitaciones que finalmente han resultado ser una ventaja. La capacidad de síntesis y de selección de los contenidos de un boletín, frente a la sobreinformación imperante en la Red, hacen que el usuario final reciba menos contenidos, pero mucho más relevantes.
La gestión también es uno de sus puntos fuertes. Los procesos de alta, baja y modificación de datos son, por lo general, bastante fáciles y transparentes. De esta manera, el suscriptor siempre tiene la sensación de control.
Por último, frente a las impersonales redes sociales (que ya han empezado a trabajar en la modificación de sus plantillas), los boletines ofrecen una imagen mucho más corporativa, en sintonía con la web o el blog a los que referencia y, en definitiva, con un entorno conocido y unos valores con los que se identifica el usuario.
Así que sólo nos queda decir: ¡larga vida a los boletines electrónicos! Un medio que ha sido visto como del pasado en muchas ocasiones, pero que cuenta con mucho futuro aún por delante. Un medio que, como el cine, la radio o la televisión, ha venido para quedarse.
Añadiría a la lista y en un lugar destacado que la probabilidad de que el suscriptor abra y lea (aunque sea parcialmente) el boletín es infinitamente mayor a la de que vea una actualización de estado en Facebook, un tuit o cualquier otro contenido en las redes sociales.
Además, en el momento en que está frente al boletín nos dedica su tiempo en exclusiva, mientras que en los medios sociales los contenidos de distintas procedencias se mezclan constantemente y el riesgo de fuga es mucho mayor.
Gracias Jaume por el comentario.
Toda la razón, el hecho de recibir el boletín en el propio correo electrónico del usuario hace que su contenido llegue de una manera mucho más personalizada y que no interfieran las ‘distracciones’ propias de las redes sociales. Apuntado queda 😉
Hola!
Pues permitidme alguna duda al respecto… y os cuento nuestro caso.
Nosotras hemos notado que el número de nuevos suscriptores a nuestro boletín semanal ha descendido en el último año bastante, sin embargo también ha subido más o menos en el mismo porcentaje el número de seguidores en redes sociales y en un sistema de alertas de subvenciones en el que además incluimos otros contenidos.
¿No pensáis que el «nuevo usuario» de redes prefiere consumir los contenidos en la redes que en formato boletín electrónico?
Además, hicimos una encuesta a personas que solicitaban la baja del boletín y un motivo principal es este que os comento de que nos leen en otros canales.
Un saludo!
Gracias Gema, es cierto que muchas de las personas que están en redes dejarán de abrir los boletines o se darán de baja porque ya llegan a la información por otras vías, pero un newsletter sigue siendo un recurso necesario para aquellas personas que no son usuarios habituales de las redes sociales. Para ellos son píldoras de información muy necesarias.
Para evitar el trasvase de usuarios, pero la clave es hacer convivir a los newsletter con las redes ofreciendo en cada canal un contenido diferenciado de valor.
Totalmente de acuerdo Javier, no hay que sustituir un canal por otro, sino mantener ambos para los diferentes perfiles que tenemos.
Pero estamos observando esta tendencia y queríamos compartirlo con vosotros.
Saludos y felicidades por vuestro estupendo trabajo!